Por Cris Bolívar
¿Qué podemos hacer para que la
inteligencia emocional se desarrolle en nuestras
empresas?, ¿es suficiente difundir los conceptos?, ¿qué
ha de tener un programa de inteligencia emocional para
que tenga éxito?. El presente artículo propone una
herramienta clave que debería ser contemplada en
cualquier programa para el desarrollo de la inteligencia
emocional: Los talleres de inteligencia emocional.
A estas alturas seguro que usted ya
tiene conocimientos teóricos sobre la inteligencia
emocional y conoce las ventajas que conlleva su
desarrollo, tanto a nivel personal como profesional:
La comunicación mejora;
el trabajador se siente más
persona, más feliz, más pleno y con mayor
calidad de vida;
aumenta la motivación;
las relaciones personales
mejoran;
las personas se implican más
en su trabajo y son más responsables y
autónomas;
se mejora el clima laboral;
nuestro poder (especialmente
el carismático) y nuestro liderazgo se ven
reforzados;
aumenta la eficacia y
eficiencia de las personas y de los equipos;
los procesos de cambio y de
mejora continua se agilizan;
mejoran las relaciones con
los clientes y con todos los públicos de la
empresa; ...
y también mejoran un sin fin
de pequeñas y sutiles cosas además de la
rentabilidad de la empresa.
Probablemente habrá intentado poner
en práctica algunos de los conceptos que le indican los
libros que hablan sobre el tema, ¿cómo le ha ido?.
Sin duda, y como en tantas otras
cosas, aunque es relativamente sencillo entender y
comulgar con la teoría, llevarla a la práctica es mucho
más costoso y, a menudo, nos sentimos perdidos ya antes
de empezar o no vemos los resultados de nuestro esfuerzo
y dedicación.
Y es que la clave del éxito del
desarrollo de la inteligencia emocional en la empresa se
encuentra en el propio desarrollo personal, en el
esfuerzo de cada uno de los sujetos implicadas, a su
ritmo y desde la introspección, la toma de conciencia y
la voluntad de cambio y mejora continua de cada uno de
ellos.
Porque, para lograr desarrollar la
inteligencia emocional en la empresa, todos (y
especialmente los altos cargos), deben desarrollar la
suya propia.
Por eso, si queremos gestionar y
dirigir el desarrollo de la inteligencia emocional es
necesario facilitar un clima de confianza y apertura,
elevar el nivel de conciencia y auto-conocimiento de
cada empleado y incrementar su motivación.
Una herramienta eficaz para lograrlo
son los talleres de inteligencia emocional, donde a
través de una metodología vivencial y participativa, se
crea un espacio de reflexión y de conocimiento de las
áreas que cada participante deberá “trabajar” en sí
mismo para alcanzar sus objetivos dentro del marco de
las necesidades de la empresa.
Pero para que los talleres de
inteligencia emocional sean eficaces deben tener en
cuenta algunas pautas:
Los objetivos deben estar muy
bien definidos y hallarse dentro del área de la
inteligencia emocional.
Deben ser guiados por
profesionales de la inteligencia emocional.
Deben darse en un clima de
confianza, apertura y sinceridad.
Han de seguir una metodología
vivencial, utilizando métodos tipo “in-door /
out-door training” o juegos y experiencias que
faciliten la conexión con la realidad individual
y de la empresa.
Han de propiciar la
introspección, la reflexión y la toma de
conciencia.
Han de conectar con las
emociones y la motivación de cada participante.
Por otro lado, es aconsejable que
sean residenciales, porque así rompemos con los esquemas
tradicionales, favorecemos la concentración y la
cohesión grupal, lo que permite un mayor clima de
confianza y apertura. Además, son muy bien acogidos por
los participantes, a su vez sirven de recompensa y
normalmente, y aunque a primera vista parezca lo
contrario, rentabilizan costes.
También es preferible que los
talleres estén incluidos en un programa más amplio donde
se inserten sesiones de coaching y tutorías individuales
bien sea de forma externa como interna.
En cualquier caso, deberán ajustarse
a las necesidades de la organización de forma que se
trabajen los valores y cultura compartidos propios de la
organización o del rol sin olvidar en ningún momento los
intereses de cada uno de los participantes de forma
individual y personalizada.
De esta forma, se logrará un cambio
de conducta y hábitos de forma consistente, donde tanto
la organización como el participante se sentirán
satisfechos con el proyecto de mejora asumido.
Y es que, como bien se evidencia en
la propia esencia de la inteligencia emocional, las
emociones son el motor de cualquier acción. si no
utilizamos métodos que contacten directamente con el
interior y el “corazón” de las personas difícilmente
lograremos provocar cambios en ellos, o en nosotros
mismos, por eso, cualquier programa bien estructurado
que pretenda incidir sobre las actitudes y conseguir
energía para el cambio y la mejora, debe contar con
talleres de inteligencia emocional.
“Aquel que conquista a otros es
fuerte;
aquel que se conquista a sí mismo es poderoso”.
Lao-Tse
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